En su camino al éxito y el poder global, China recibió una gigantesca inyección de inversiones y tecnología de las economías de Occidente, en particular de EU.

En su camino al éxito y el poder global, China recibió una gigantesca inyección de inversiones y tecnología de las economías de Occidente, en particular de EU.

China era un país que presentaba riesgos gigantescos de inversión para Occidente, pero con unas tasas de retorno gigantescas también.

Los chinos respetaron como nadie, dictatorialmente, las reglas de su salto al capitalismo, la inversión fluyó y floreció ahí como nunca, hasta que en la primera década del siglo XXI, China empezó a ser un riesgo mayor de lo que nadie había pensado, un riesgo para la hegemonía estadunidense global.

Quizá el único consenso absoluto que hay hoy en la política estadunidense, dividida como está, es que su adversario a vencer en lo que resta del siglo es China.

Esta rivalidad estratégica, cuyo más reciente síntoma es el acuerdo de submarinos nucleares hecho por EU con Australia para hacerse presente en el entorno geopolítico chino, ha multiplicado el riesgo de invertir en China, porque ha multiplicado también el riesgo de trasladar los bienes producidos en China a los mercados de Occidente, en particular de América del Norte.

En consecuencia, los capitales estadunidenses se retiran de China. Captar esos capitales en retirada es una oportunidad histórica que tiene México para sustituir a China, al menos parcialmente, como proveedor de esta parte del mundo. Según Luis de la Calle, experto en esta historia, hay cuatro cosas que el gobierno de México debería hacer para aprovechar esta opción enorme de inversión, productividad y comercio.

Primero, mejorar los sistemas de transporte ferroviarios, aeroportuarios y portuarios del país.

Segundo, hacer las inversiones necesarias en tecnología para competir con China y para captar las inversiones que vendrán en cascada de la economía estadunidense en busca de opciones tecnológicas competitivas.

Tercero, crear una abundante oferta de energía barata y limpia, así como atraer, producir y retener ingenieros.

Cuarto, garantizar el respeto a las reglas de inversión, a los contratos vigentes y a los nuevos inversionistas: garantizar el Estado de derecho.

En ninguna de estas cosas está empeñado México. Más bien todo lo contrario. Al no hacer nada de esto tira por el caño la oportunidad de competir con China, y de ganarle, al menos en nuestro gallinero.

Héctor Aguilar Camín

hector.aguilarcamin@milenio.com


Fuente: milenio.com