Diego González Rivas (La Coruña, 1974) es cirujano torácico y bastante osado, tal y como reconoce a El Confidencial. Por eso le costó más de un disgusto convencer a la comunidad científica de las bondades de su técnica

Ha costado entrevistar a Diego González Rivas (La Coruña, 1974). "Estoy en Níger operando", respondió al primer intento. "Ahora en Camerún", respondió en el segundo. "Mañana a las doce salgo para Estambul", dijo en el tercero. Así que le sacamos de la cama del hotel madrileño donde se hospedó entre un destino y otro. Después de la entrevista le esperaban Turquía, Coruña, un fin de semana libre y luego Colombia, México y Costa Rica.

González Rivas es cirujano torácico y bastante osado, reconoce. Por eso le costó más de un disgusto convencer a la comunidad científica de las bondades de su técnica, bautizada como Uniportal VATS. La cirugía clásica requería de tres o cuatro incisiones para operar, pero su técnica requiere solo una. "Menos dolor y menos estancia hospitalaria", afirma. Le llamaron loco, imprudente. Pero se salió con la suya.

Desde que inventó la técnica hace más de una década optó por compartir ese conocimiento con otros. Se pasa la vida entre aviones y quirófanos, por eso dice que viaja con lo justo para no facturar y llegar a tiempo. Ha operado en 122 países y en 2018 fue finalista de los Premios Princesa de Asturias, aunque dice que le basta con el reconocimiento de sus pacientes.

Foto: Jesús Hellín.

Esta vez es el entrevistado el que comienza a hablar.

González Rivas: "Mi madre siempre dice que de pequeño me gustaba ayudar a la gente y que me preocupaba porque estuviera sana. Hay por ahí alguna cinta de audio en la que digo: os deseo lo mejor y que no se os muera ningún familiar".

PREGUNTA. ¿Cómo se transforma esa bonhomía infantil en cirugía torácica?

RESPUESTA. No tenía claro lo que quería hacer, fue cosa de última hora. Siempre quise cirugía porque es mi pasión, pero mi primera opción fue escoger entre cirugía plástica y neurocirugía. Cambié.

P. Estudió en Santiago de Compostela y se formó en el Hospital Juan Canalejo de La Coruña, pero también ha sido de los que se ha ido fuera…

R. Sí, sobre todo en Estados Unidos. Allí aprendí una técnica de cirugía torácica que requería varias incisiones. Volví y lo pusimos en práctica aquí porque se hacía muy poco en España. Me fui de nuevo a Nueva York a aprender con una persona que lo hacía con dos incisiones, también estuve con otro cirujano en Carolina del Norte perfeccionando la técnica y al llegar a España pensé: "Si se puede hacer con dos incisiones, ¿por qué no con una?" La inventé en 2010.

"Si se puede hacer con dos incisiones, ¿por qué no con una? La inventé en 2010"

P. ¿Cuáles eran las diferencias entre ambos países entonces y cuáles son ahora?

R. Entonces había muchas pero ya no, sobre todo porque Estados Unidos no ha avanzado tan rápido como otros países, especialmente los asiáticos. Me atrevería a decir que algunos, como China, les han superado en tecnología sanitaria y cirugía. Con Europa también se han reducido diferencias y ya hay muy buenos centros, muy buenos cirujanos y muy buenos equipos. Hoy con la globalización y con Internet se comparte mucha información. Hace 30 años si tenías dinero era más fácil desarrollar algo, pero hoy haces algo y se enteran al instante en el otro polo del planeta. Las diferencias, en todo caso, siguen estando en el tercer mundo.

P. Cuando inventó su técnica se encontró con restricciones…

R. Hubo muchas al principio, porque toda innovación en medicina siempre tiene una restricción inicial.

P. Bueno, la resistencia al cambio también se da en otras disciplinas.

R. Ya, pero en la ciencia es mucho más llamativo porque hablamos de la salud de las personas. Cuando haces algo que cambia los estándares siempre sale la coletilla de que es algo peligroso para el paciente. Eso es lo que utilizó mi jefe para atacarme. Porque en mi hospital y en mi jefe encontré muchos obstáculos. No así en el equipo, que se unió a mí y fue lo que me salvó.

Foto: Jesús Hellín.

P. ¿Qué clase de obstáculos?

R. Fue una guerra muy dura durante años. Mi jefe me acusó, me llevó a los periódicos, acusándome de que la técnica era insegura e ilegal. Fue muy duro, horrible, estuvimos de juicios, hasta que probé que la técnica era segura. Imagínate cómo fue la cosa que lo acabaron echando a él. Le quitaron la jefatura y ganamos la batalla, digamos, pero hay que ser fuerte para soportarlo. Lo fui, pero podía haberme hundido. (La justicia anuló el cese de José Luis Borro en 2013 y en 2017 le absolvió de atentar contra el honor de tres médicos a los que acusó de practicar técnicas peligrosas; entre ellos, Diego González Rivas).

P. ¿Qué le hizo no tirar la toalla?

R. Hubiera sido más lógico haberlo dejado, sobre todo porque yo era un chaval sin casi experiencia. Ahora ya tengo tablas y podría lidiar con ello, pero entonces no tenía nombre, ni prestigio ni solidez. Pero al final las cosas se pusieron en su sitio a base de esfuerzo y dedicación, porque conseguimos sacar la técnica adelante y demostrarle al mundo que era válida.

P. Explíquele a los que no tenemos ni idea de medicina qué es Uniportal VATS, por favor.

R. Es una técnica que consiste en operar el tórax con la mínima invasión, con una incisión muy pequeñita, de tres centímetros. De esa manera reducimos el dolor, la hospitalización… en vez de hacer una incisión grande como antes, algo mucho más doloroso y que te tiene una semana ingresado, o hacer tres o cuatro.

"Es una técnica que consiste en operar el tórax con la mínima invasión, con una incisión muy pequeñita, de tres centímetros"

P. ¿Qué tipo de intervenciones ha podido hacer con esa técnica?

R. Todo. He podido hacer intervenciones que no se habían hecho antes en el mundo. Sacar tumores muy complejos, por ejemplo. Evidentemente hay unos límites pero no solo para esta técnica, sino para intervenciones mínimamente invasivas. Un tumor de veinte centímetros no lo puedes sacar así, ni siquiera con dos o tres incisiones, tienes que recurrir a la cirugía abierta. Pero digamos que el 98% de las intervenciones que hago son así.

P. ¿Por qué decide compartir ese conocimiento con otros colegas?

R. Porque hacerlo iba a convertir la técnica en algo universal, y de esta forma ayudaría a más personas. El concepto clásico de la medicina ha sido siempre el contrario, y sobre todo en la cirugía. De hecho, había cirujanos que cuando operaban mandaban salir a los asistentes para que no vieran un paso determinado que estaban haciendo. ¿Por qué? Porque eso les convertía en únicos.

Yo rompí con ese concepto. Si me lo hubiera quedado para mí tendría algo exclusivo, vale, vendría gente de todo el mundo a verme, lo haría yo solo y ganaría más dinero. Pero mi técnica se moriría conmigo y no tendría impacto en el mundo. Solo lo tendrían mi ego y mi bolsillo. Esto me hace mucho más feliz y he operado ya en 122 países. Un récord.

P. Le habrá pasado de todo…

R. Por ejemplo, me han llegado a cambiar de paciente.

Foto: Jesús Hellín.

P. ¿Perdón?

R. Sí, lo que oyes. En Santa Cruz, Bolivia. Llegué a quirófano, me lavé las manos, estaba todo preparado y la operación se iba a retransmitir en directo. De repente se me ocurrió mirar el TAC, porque había estudiado al paciente previamente, claro, y vi algo raro. Pido explicaciones y me dicen: "Ay, bueno, es que lo hemos cambiado, pero le hemos puesto uno parecido". Aquel hombre era inoperable, tenía muy poca capacidad pulmonar, y ahí estaba, dormido y puesto de lado. Hubo que cancelarlo, claro. Me pasó lo mismo otras dos veces en India. Es una cosa muy dantesca.

En Perú tuve una paciente que llegó, me hizo un ritual antes de operarla, unos rezos, y me dio una biblia. Me acuerdo también de que salí de Irak un día antes de que mataran al general Soleimani con drones… Si no me hubiera ido, me habrían tenido retenido un mes allí. O cuando estuve en Gaza en plena pandemia, que mientras operaba se fue la luz…

P. Hablemos de otro tipo de restricciones. ¿Le han puesto problemas en algún país?

R. He operado en muchos países de Oriente Medio y siempre son más complejos, pero no tanto como África, que es el continente más difícil para operar como yo lo hago. Si vas como Pedro Cavadas, con tu material básico, puedes hacerlo. Pero yo necesito tecnología que allí no tienen: cámaras de alta definición, grapadoras… Montar toda esa infraestructura es tremendo. Imagina que está todo montado, avanza la operación y en un determinado momento falta un tornillo, una rosca que igual no la tienen para encajar la cámara… ¡no puedes hacerlo!

P. ¿Qué se hace en ese momento?

R. Jurar en arameo (sonríe). Es muy duro y tratas de buscar soluciones, pero la cosa se demora igual una hora, que es lo que se tarda en ir a otro hospital a coger una rosquita o una arandela.

"He operado en muchos países de Oriente Medio y siempre son más complejos, pero no tanto como África que es el continente más difícil"

P. Recuerdo a mi padre contándome entre escandalizado y admirado el coste de cada día de ingreso de un paciente en un hospital tras una conversación con su médico. Desde entonces, pienso mucho en este asunto cada vez que voy a ver al mío. ¿Cuánto cuesta el equipo con el que opera?

R. Es muy caro, pero cuando voy al tercer mundo consigo donaciones para poder operar. El 70% de mi actividad es altruista.

P. ¿Entonces de qué vive?

R. De lo que ingreso si voy a operar a países como Kuwait, donde me pagan muy bien. O si opero en La Coruña, en mi consulta privada. Pero cuando voy por ahí me lleva meses organizarlo para que esté todo listo. Pido las cosas a las empresas y les doy algo a cambio. No sé, un par de charlas gratis si me llevan las grapadoras… tela.

P. ¿Quién le hace esas donaciones?

R. La industria médica. Por ejemplo, a la empresa que hace las grapadoras les interesa que las use porque les da nombre. Aunque tengo de todo: diseñé un material que fabrica una empresa americana, una de Reino Unido hace los clips, una china… colaboro con muchas empresas. Es la forma de hacer las cosas. Hay que pedir.

"Es muy caro, pero cuando voy al tercer mundo consigo donaciones para poder operar. El 70% de mi actividad es altruista"

P. Fue finalista a los premios Princesa de Asturias en 2018.

R. Quedé segundo.

P. ¿Se siente reconocido en España?

R. Sí, ahora bastante más porque por culpa de la pandemia llevo aquí un año y medio, pero en los últimos siete años no he parado, con lo cual soy conocido fuera, sobre todo en China. Pero me siento reconocido por los pacientes, que es lo más importante para mí, y por los profesionales.

P. En pandemia hemos hablado mucho de la labor de los sanitarios y los científicos. Decíamos entonces que saldríamos mejores…

R. (Niega con la cabeza) España no le da a la ciencia la importancia que merece. Los médicos no están tan valorados como deberían estar, pero no te digo ya los científicos… Si un físico desarrolla algo que es bestial se le reconoce cuando llega el premio, pero en todo el proceso no se le apoya, tiene que irse a otro país.

P. ¿No cambiará nada entonces?

R. Volveremos a lo de antes. En España nos olvidamos muy rápido de las cosas. Hubo mucho aplauso en lo más duro de la pandemia, pero luego todo vuelve a su sitio. Es algo cultural, está impregnado en nuestro ADN.

Fuente: elconfidencial.com