Diego Sánchez lleva el shiatsu, la disciplina japonesa que busca el bienestar físico y emocional a través de la presión en ciertas zonas del cuerpo, al personal médico de los CTI covid de todo el país, entre otros ámbitos de la salud
Por Carolina Villamonte

Agotamiento físico y emocional, dolores, contracturas, trastornos del sueño, alto consumo de medicamentos, conflictividad y ausentismo laboral, fatiga de la compasión —cuando la persona pierde toda empatía con el paciente—. Estos son algunos de los efectos que el personal médico, en especial los que trabajan en los CTI covid, ha venido soportando desde el inicio de la pandemia. Y después de tantos meses las consecuencias en sus vidas personales se hicieron carne: problemas de pareja, con los hijos, con su entorno, con ellos mismos.

Sin ser médico, pero con formación en Europa y Estados Unidos, experiencia tratando el estrés postraumático tras los atentados del 11 de setiembre de 2001 y sus primeras armas hechas trabajando con ONG, hospitales pediátricos y enfermos terminales, en el peor momento de la pandemia el equipo de Zen Shiatsu del uruguayo Diego Sánchez empezó a actuar en las salas de CTI covid para cuidar a los que cuidan. De forma honoraria y con una sesión de solo 10 minutos en el mismo lugar de trabajo, los problemas físicos fueron desapareciendo y las cuestiones vinculares y emocionales tomaron un nuevo rumbo.  

¿Qué es el Zen Shiatsu que puede modificar de manera tan sencilla y rápida el estado del cuerpo y la mente?

Shiatsu en japonés quiere decir “presión con los dedos” y a veces se traduce como digitopuntura. No es exactamente lo mismo, son diferentes estilos dentro de la misma disciplina, que es generar un cambio en el cuerpo–mente a través de presión en diferentes puntos, que son los mismos puntos de la acupuntura. De todos los estilos, hay uno en particular que se llama Zen Shiatsu. La palabra zen se refiere a la meditación, porque en este estilo uno tiene que estar en ese estado meditativo para entender qué pasa con la otra persona. Implica un trabajo personal de estar bien, en nuestro eje, centrados, para poder entender qué sucede energéticamente con la otra persona y ahí saber cuáles son los puntos que tenés que apretar. Además, cómo los apretás también depende de quién sos tú. Mucha gente que entrena conmigo aprende shiatsu como una herramienta de desarrollo personal.

¿Qué puntos de la anatomía humana son los que se presionan?

Son puntos específicos para cada función. No es lo mismo una mamá recién parida a la que no le sale la leche que un funcionario de un CTI que acaba de ver una cosa espantosa, ni es lo mismo que el problema de sueño del médico o enfermero que hace tres turnos seguidos. Hay puntos para la respiración, para el sueño, para cada tipo de dolor. No es igual ni regular para todos; en cada persona hacemos algo concreto, especial para ella. Incluso una sesión de 10 minutos no tiene nada que ver con la siguiente.

Foto: Lucía Durán

Foto: Lucía Durán

Sánchez trabajó durante muchos años como modelo publicitario en Europa, haciendo desfiles para Christian Dior, Pierre Cardin, Calvin Klein o Armani. Un día, en un largo rato de espera en una producción en Miami, la maquilladora —alemana—le dice: “Estoy estudiando esto que se llama Shiatsu y tengo que practicar para mi clase, ¿podemos aprovechar el tiempo?”. Sí, claro, fue la respuesta de Sánchez. Se acostó en el piso, ella le apretó unos puntos a lo largo de la columna y cuando él se levantó “era como que seguía subiendo, nunca me había sentido tan bien”, confiesa.  “Y me entró una sorpresa y una gran tristeza. ¡Me había perdido 25 años de no sentirme así! Me impactó. Cómo uno puede ir por la vida sin registrar que se puede sentir mil veces mejor”. Al día siguiente Sánchez se compró un libro y empezó a practicar con su pareja y con un amigo; los resultados eran claros y visibles. Pero siguió con su trabajo hasta que cuatro años después, a los 29, tuvo una crisis personal importante: “Quería hacer algo más sólido. Mi trabajo era fabuloso, me iba bárbaro, pero veía que no tenía mucho contenido. Y se me vino la palabra shiatsu”. En esa época Sánchez vivía en Londres. Abrió la guía, y encontró una escuela de shiatsu que había en su barrio, cerca de Notting Hill. Resultó ser la mejor escuela que había en Europa en esa época, donde estaban todos los mejores maestros. Allí hizo una formación de tres años. Luego se fue a Nueva York a seguir estudiando con la maestra japonesa-americana Pauline Sasaki, con quien se formó durante ocho años.

“Con ella empecé a trabajar de una forma más libre, más suelta, y empecé a experimentar cómo es hacer este trabajo corporal con personas al borde de la muerte,  con personas con menos de tres meses de pronóstico de vida. Acompañé a personas a morir. Y también trabajé en un centro de apoyo a gente con cáncer y sida.

Durante esos años se puso en contacto con el cardiólogo uruguayo Alejandro Junger, quien estaba trabajando junto con el mediático Dr. Mehmet Oz, cirujano cardiatorácico que tiene su propio programa en la televisión estadounidense. El médico estaba interesado en la medicina complementaria porque muchas veces las operaciones eran técnicamente perfectas pero el paciente moría igual. Y empezaron a ver que había factores emocionales que tenían una incidencia muy importante, como la depresión posoperatoria. Fue así que Sánchez fue contratado por el hospital de la Universidad de Columbia, donde trabajaba con el Dr. Oz, para atender a los pacientes de cirugía cardíaca. “En una cirugía en la que te paran el corazón, forzosamente estás lidiando con ese límite entre la vida y la muerte. Yo hacía el shiatsu directamente en el CTI o incluso en la sala de operaciones, justo antes de la cirugía. El shiatsu lo que hace es ayudarte a despertar tu propia capacidad de manejar tus recursos para volver a la salud”.

En 2005 Sánchez volvió a Uruguay, y mientras dictaba clases avanzadas en Austria, Alemania, Suiza, Italia, España y Holanda para profesionales de shiatsu, y daba charlas en universidades, alentando su uso en hospitales, se puso en contacto con la Fundación Canguro, que trabaja con los bebés del Centro Hospitalario Pereira Rossell. “Empecé a hacer una consultoría para ayudar a las voluntarias a tener ese estado de estar en el eje, estar centrado para manejar situaciones críticas. Los bebés en Fundación Canguro generalmente están dados de alta pero tienen una situación familiar complicada alrededor, padres que no pueden llevarse a sus bebés por una situación legal, por disputas entre la familia, o situación de consumo”. En una de esas sesiones participó la que en ese momento era la jefa del CTI de Neonatología del Pereira Rossell y dijo: “Esto es perfecto para mi equipo, porque ellos están con los bebés prematuros que luchan entre la vida y la muerte”. “Esas madres teniendo a sus bebés en el CTI comen mal, duermen mal, están en una situación emocional muy delicada y no producen leche, y encima sienten culpa por eso. Con un toque en la espalda, sin decirles nada, se libera de todo lo racional, y los mismos recursos que no están pudiendo usar, los tienen disponibles. Producen lo que tienen que producir y los bebés ganan peso más rápido, crecen más rápido. Mi trabajo tiene esto de que la satisfacción es inmediata. En un mes triplicamos la cantidad de leche materna que llega a los bebés”.

¿Cómo resultó el trabajo en los CTI?

Empezamos a ver que los funcionarios se sentían mucho mejor, se peleaban menos entre ellos. Bajó la conflictividad, el ausentismo, la cantidad de medicamentos que toman, sobre todo de analgésicos. Ellos viven a relajantes musculares, analgésicos y pastillas para dormir, porque hacen guardias eternas de 24, 36, 48 horas. Y vimos mucho reporte de que mejoraron los ciclos del sueño, que iban a la casa y podían dormir. También mejoraron los vínculos familiares, tenían menos conflictividad con sus hijos, sus parejas, e iban al trabajo contentos. Cada vez que íbamos se formaban colas. Y la otra cosa que aumentó fue la solidaridad entre compañeros. Se cubrían los turnos para que todos pudieran recibir una sesión; eso cambió el clima laboral. Y a pesar de que íbamos un turno en la mañana y otro en la tarde, y que nunca llegamos a cubrir los turnos de la noche, esa gente decía: “¿Qué está pasando?”, “está buenísimo ahora venir a trabajar”. Sin haber tocado a ninguno de ellos, hubo un cambio en el clima laboral; repercutió hasta en ellos.

¿Qué pasó cuando llegó el covid?

Todo esto se cortó. Nosotros pensábamos que era el momento que más necesitaban, pero el hospital no quería arriesgar más factores de contagio. Pasaron varios meses y un día vi por la televisión al doctor Nicolás Nin —excoordinador del CTI del Hospital Español y coordinador del CTI covid en el Instituto Nacional de Ortopedia y Traumatología (INOT)—, que decía: “Mi equipo está exhausto, no pueden más, necesitan un apoyo”. Yo sabía que ahí teníamos que estar. Conseguí el contacto, lo llamé, fuimos y fue un éxito. Entramos cuando había 4.000 casos por día, en mayo de este año. Cuando empezamos a trabajar ahí fue muy duro porque le poníamos la mano en la espalda a la gente y se ponía a llorar. La carga emocional de la cantidad de muertes que habían visto, las condiciones en las que se moría la gente, el aislamiento, tener a los familiares parados en la puerta del hospital y el paciente muriendo. Personas que no tenían la preparación, como la auxiliar de cocina, eran los que hacían de nexo con los familiares que no podían entrar a ver a los pacientes. Fue una cosa tremenda. El equipo médico estaba bajo mucha presión,  estaban trabajando sin días libres, sin vacaciones, a full todo el tiempo, sumado a que tenían el miedo de contagiarse y contagiar a su familia. Entonces de nuevo aparecía ese factor de aislación, en este caso autoimpuesto. Además de que hubo señales sociales de hostilidad hacia las personas que trabajaban con pacientes covid. Eso fue muy feo.

En Montevideo llevamos hechas como 1.500 sesiones individuales de shiatsu entre el Pereira Rossell y el INOT. Y en este proceso entendimos que si las personas que están en Montevideo haciendo este trabajo tan duro la tienen tan complicada, en el interior es mucho peor. Ahí el factor aislación es peor, se conocen todos. Sos como la peste. No tienen los recursos que tienen en Montevideo, todo es más lejos, tarda más, no llega. Entonces estamos llevando esto mismo a todos los CTI covid de ASSE del interior.

¿Esto es por iniciativa de ustedes o ASSE los invitó a ir al interior?

Es nuestro proyecto. El doctor Nin es una referencia, ya todo el mundo sabe cómo funciona lo que hacemos y nos reciben de brazos abiertos. Hasta ahora estuvimos en Treinta y Tres, Florida y Las Piedras. Obviamente cambió la dinámica enormemente con esta baja de casos, pero sigue habiendo pacientes internados en CTI.

¿Qué es lo más difícil que debe enfrentar el personal médico?

La carga más dura es la emocional, eso de sentirse aislados, del miedo de contagiar a su familia. La  SUMI (Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva) hizo un muestreo y dio que 90% de las personas que trabajan en un CTI covid en contacto con los pacientes sienten que su vida está en peligro. Trabajan todo el día sintiendo que están poniendo en juego su vida. Eso genera un estrés acumulable. Es una cuestión de supervivencia, estás siempre al borde. En Estados Unidos se estudió que 43% de las personas que trabajan en medicina intensiva piensa en renunciar. Y al comentar esto con la jefa de Neonatología del Pereira Rossell me dijo que acá es igual o más, pero nadie puede renunciar. Entonces hay gente que se siente atrapada. Es una sumatoria de la sensación de que está arriesgando su vida mientras trabaja, más que no quiere estar ahí, más que muere gente a diestra y siniestra, más que vuelve a su casa y se tiene que privar de entrar en contacto con las personas que más quiere; la presión va subiendo cada vez más.

El shiatsu los ayuda un montón porque se sienten cuidados, porque en eso se sienten solos, no tienen con quién hablar. Con sus compañeros los temas surgen en el conflicto, cuando se pelean, y cuando se pelean es cuando están con miedo, agotados, estresados. Ahora estamos esperando el ok del Comité de ética del Hospital Español para empezar un estudio diseñado por la Universidad de Helsinki especialmente para nosotros que mida el efecto del shiatsu en la fatiga de la compasión, que es un burn out específico que se da en las personas que tienen pacientes a su cargo, que va desde el médico al personal de administración, limpieza o cocina. Todas esas personas están en contacto con pacientes covid. No te imaginás lo importante que es la persona que limpia en un CTI covid; y cobra lo mismo que una limpiadora en cualquier lado, pero tiene que tener un carácter a prueba de balas porque también está poniendo en riesgo su vida, y sabe que los demás cuentan con que ese cuadradito esté perfectamente limpio y desinfectado. La fatiga de la compasión sucede cuando esa persona que tiene a cargo pacientes llega un punto que, entre el cansancio, el estrés, la repetición de ver situaciones traumáticas, queda insensibilizada. Y ese insensibilizarse como una manera de protegerse emocionalmente hace que deje de escuchar, deje de poner la atención en las cosas donde realmente tiene que estar, entonces comete mucho más errores, y los errores en un contexto de CTI pueden llegar a implicar muertes. ¿Cómo podés ayudar al paciente si no escuchás, no ves, si no te importa lo que está sintiendo o por lo que está pasando? Entonces se deshumaniza el trato. Nosotros lo que hacemos es humanizar el contacto con el paciente, humanizar la medicina. Cuando uno se siente cuidado, automáticamente cuida mejor a quien tiene a cargo, y ese factor de sentirse cuidados es lo que más los emociona. Nos dicen: “Hace 15 años que trabajo acá y nunca nadie me vino a dar este tipo de cuidado”. Tienen psicólogos, trabajadores sociales pero no los usan porque implica tomarse un tiempo aparte, ponerse a conversar, explicar lo que les pasa.

¿Cómo se financian?

Hasta ahora mientras estábamos en Montevideo hicimos todo gratuita y honorariamente.

¿Cuántos son en el equipo?

Éramos 10 pero fuimos perdiendo gente, precisamente por ser honorario y porque se fueron complicando las cosas. No es lo mismo ir al CTI de neonatología, que ya no es para cualquiera, que ir a un CTI covid. Ahora somos seis o siete. Las personas que perdí no las puedo reemplazar fácilmente, es una experiencia que requiere de un temple muy especial. Por el interior hacemos la gira los fines de semana o los días feriados. Para financiar esta gira conseguimos una empresa, Salus, como sponsor. Además, un grupo de empleados de un laboratorio nos donó una suma interesante que nos ha ayudado un montón a cubrir los viáticos; también recibimos aportes de algunos privados, pacientes míos que me conocen, se conmueven con la historia y nos ayudan, pero lo realidad es que necesitamos bastante más. Esta gira implica hoteles, traslados, comidas, combustible, peajes, autos prestados. Es todo un movimiento. Y lo que me interesa es dejar una fuente de recursos para que esto se pueda aplicar en cualquier ámbito. Pensá en la persona que levanta el teléfono en el 911, el estrés que tiene esa persona está fuera de cualquier órbita porque no sabe si se está muriendo un bebé, si están matando a alguien o si es una broma. Los que levantan los teléfonos en las emergencias móviles, que entiendan exactamente lo que está pasando, en dónde es y cómo resolverlo implica que se pueda salvar una vida o no. O un policía que tiene que encarar un problema, una crisis; siempre un policía centrado, bien cuidado, relajado, va a actuar de una manera diferente a que si va mal dormido, mal comido. En la educación también, los maestros, profesores, imaginate cómo serían los ámbitos donde hay un intercambio con personas que están más sanas, más centradas, mejor cuidadas.

Piensa siempre en personas que trabajan en el servicio a la comunidad. ¿Cree que son las personas que más podrían beneficiarse con esta técnica?

Para eso es que yo quisiera generar recursos estables y poder hacer acciones gratuitas, que no implique que la persona o institución que recibe el servicio tenga un costo. Porque la realidad es que si yo le pido a ASSE como le he pedido, no me va a financiar. Lo que yo propongo para mí es vital pero para el sistema no. Para el sistema como está armado, donde el cuidado del recurso humano no es la prioridad. De qué sirve tener tremenda ambulancia si la mandás al lugar equivocado o si el que la maneja está agotado, o tener aparatos con la mejor tecnología pero la persona está distraída. Es un modo de estar en servicio más eficiente, porque hacés mucho más con menos recursos. Lo que hacemos es barato, no necesitamos ningún tipo de material que implica costos. Nada. Vamos al CTI, agarramos una silla y la ponemos en el pasillo, nada tan simple. No tienen ni que parar lo que están haciendo. Yo he dado sesiones de shiatsu a soldados en el 9/11 con el fusil en la mano, en las Torres Gemelas. Trabajé en la Zona 0, dando shiatsu a los rescatistas, trabajé con los soldados, los ingenieros, los bomberos, mientras buscaban sobrevivientes. Estaba en el momento donde se entendió que ya no había sobrevivientes y ese fue un quiebre emocional tremendo, tipos grandotes llorando como niños. Y les ponés una mano en el hombro y es como que vuelven a la vida. Después me contrataron las viudas de los bomberos para trabajar con ellos y sus hijos, trabajé en varios hospitales apoyando por los efectos traumáticos de los sobrevivientes. Esa es mi meta. Ayudo a las personas a manejar crisis. Pero las crisis no solamente se dan en situaciones críticas de vida o muerte. Vos y yo tenemos crisis todos los días, en que no llegás a fin de mes, en que tenés tal enfermedad, en los problemas con los hijos. 


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