El papa Francisco reconoció los “errores cometidos en el pasado' sin ofrecer nuevas disculpas, pero fue más allá que el Gobierno español en un pulso que se juega en el terreno simbólico

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El presidente Andrés Manuel López Obrador saluda durante la ceremonia del Bicentenario de la Independencia de México, el pasado lunes.
El presidente Andrés Manuel López Obrador saluda durante la ceremonia del Bicentenario de la Independencia de México, el pasado lunes.Nayeli Cruz

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador cerró el lunes un año de celebraciones históricas con ocasión del Bicentenario de Independencia de México. De los siete siglos de la fundación de Tenochtitlan a los cinco de la caída de la capital de la civilización azteca y los 200 años de la entrada del Ejército Trigarante en la capital, el presidente reunió estas conmemoraciones con una música de fondo: la reivindicación de la resistencia indígena y la idea de perdón por los abusos del pasado. La reflexión profunda sobre la memoria histórica se quedó, sin embargo, en algunos gestos que tienen más que ver con los equilibrios políticos y diplomáticos y se juegan en el terreno de lo simbólico.

El papa Francisco fue probablemente el más rompedor en su mensaje. López Obrador le había solicitado a principios de 2019, al igual que a Felipe VI y al Estado español, unas disculpas por los desmanes de la conquista. El Pontífice envío hace días una carta al presidente de la Conferencia Episcopal mexicana y arzobispo de Monterrey, monseñor Rogelio Cabrera López, quien la leyó el lunes durante la conferencia matutina del mandatario. En la misiva, apela a “un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado”. “Por eso”, añade Jorge Mario Bergoglio, “tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. El Papa no ofrece nuevas disculpas, sino que se remite a lo dicho anteriormente y llama a mirar hacia el futuro: “No evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias”.

“Me parece que la respuesta del Papa es muy inteligente y reconoce toda la dimensión del perdón que le da López obrador. Dice que la Iglesia ya pidió perdón en 1992″, apunta Federico Navarrete, historiador y profesor de la UNAM, y además lo hace siguiendo la lógica religiosa del perdón que marca el discurso del presidente. Pero Francisco también menciona “la persecución de los católicos en México a principios del siglo XX, una campaña de intolerancia religiosa contra un grupo de católicos que en la narrativa liberal del Estado laico se suele menospreciar”. Y es a ellos también, opina Navarrete, que las autoridades mexicanas deben un perdón.

López Obrador escucha la misiva del papa Francisco leída por el cardenal Rogelio Cabrera.
López Obrador escucha la misiva del papa Francisco leída por el cardenal Rogelio Cabrera.Sáshenka Gutiérrez / EFE

El escrito del Vaticano está muy medido, porque hace un guiño a todos los implicados y al mismo tiempo responde a los intereses de la Iglesia católica. En cualquier caso, va más allá que el Gobierno de Pedro Sánchez. Madrid no solo no contestó a la petición de disculpas, sino que ante las fricciones surgidas por esta disputa y no participó en los actos conmemorativos de la independencia, alegando no haber recibido una invitación oficial. López Obrador ha acusado a España de “soberbia” y ha admitido que últimamente ha habido desencuentros y malentendidos. Y para “restablecer” unas relaciones que, en la práctica, nunca se han interrumpido acaba de nombrar a un nuevo embajador, Quirino Ordaz Coppel, un veterano dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

El perdón es una noción central de la llamada Cuarta Transformación y funciona muy bien en la arena política. El presidente mexicano presentó a finales de 2020 una Guía ética para la transformación de México, una suerte de cartilla moral redactada por intelectuales afines a su proyecto, en la que se define el perdón como una fuerza que “libera a quien lo otorga y a quien lo recibe”. Más que el principio abstracto de perdón, sin embargo, este ha sido el año de los perdones. Es decir, de los gestos puntuales, también los ofrecidos por el Gobierno mexicano. López Obrador viajó el martes a Sonora para disculparse ante al pueblo yaqui por “las guerras de exterminio”, aunque no mencionó la violencia del crimen organizado, que acaba de asesinar a cinco miembro de esa comunidad.

Para Rodrigo Moreno Gutiérrez, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. se trata “de un juego político que se tiene que entender sobre todo en el ámbito de los símbolos”. Para este historiador es interesante la mención del Papa al Movimiento Trigarante, a Iguala, ya que “el papel de lo religioso y de lo eclesiástico es de primerísima importancia en la independencia de México”. Sin embargo, este tipo de comunicaciones no buscan, en su opinión, “problematizar la historia, sino utilizarla”. Y esto no es algo exclusivo de López Obrador, lo hacen todos los sectores.

“No es que vayan al pasado para busca explicaciones”, continúa Moreno. “En este caso es un diálogo que se establecer entre el Vaticano y el Estado mexicano en este nivel, no hay en ningún momento una sofisticación en el uso del pasado y me parece que tampoco hay una instrumentación del perdón en un ámbito que podría ser más operativo”. En otros contextos y en otras sociedades las disculpas se insertan en mecanismos de justicia restaurativa y, por tanto, señala, “tienen implicaciones políticas y jurídicas inmediatas”. “Ese perdón se queda en el ámbito de lo simbólico”, subraya. Es decir, no se trata de explicar el pasado sino de apelar al “referente simbólico que va dirigido a la persuasión de algunos valores, moviliza sentimientos y poco más”.

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