Rose Joseph, haitiana que vive desde el jueves en la frontera de Acuña, Coahuila, renuncia al sueño americano, porque el camino no es fácil y teme ser deportada

Acuña.— Rose Joseph, una migrante haitiana que vive desde el jueves en la frontera de Acuña, Coahuila, dice convencida en su español cortado que el sueño americano no existe. “Para mí, no”, afirma.

Rose, de 26 años, lo asegura apenas sale de una revisión médica en un módulo de la Cruz Roja que se instaló en el Parque Braulio Fernández Aguirre, el cual se ha convertido en un campamento para los haitianos varados en México, la mayoría de ellos temerosos de cruzar en estos momentos a Estados Unidos y ser deportados. A ella la acompaña su hija de un año y 10 meses.

El parque colinda con el río Bravo, que separa a la localidad mexicana con Del Río, en Texas. A unos 200 metros, los haitianos han encontrado un nuevo cruce para ir y venir del Puente Internacional en Estados Unidos al municipio de Ciudad Acuña, donde no hay restricciones para comprar y adquirir alimentos.

El módulo de salud de la Cruz Roja se instaló desde que los haitianos comenzaron a optar por quedarse en suelo mexicano, ante la política de deportación de Estados Unidos y el mal trato que aseguran recibir de las autoridades de aquel país.

“Ya no voy a intentar [llegar a Estados Unidos], no. La vida no es fácil para nosotros. No es fácil”, lamenta Rose Joseph.

Cuenta que desde el miércoles pasado durmió debajo del Puente Internacional, del lado estadounidense. “Es muy malo, muy duro”, dice cuando se le pregunta por las condiciones en las que estaba. “Yo paso dos días sin comer, no puedo hacer eso otra vez. No se puede explicar”.

Los migrantes haitianos se quejan de que las autoridades estadounidenses únicamente les dan un pan y agua durante todo el día. Es la razón por la que regresan a México a comprar víveres y vuelven a Estados Unidos.

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Migrantes se reúnen en torno a contactos de energía eléctrica para cargar sus celulares, pues buscan reportarse con sus familiares. 
 

Apenas llegan del lado mexicano, y entran por un viejo parque de futbol americano, se escuchan los gritos de habitantes acuñenses ofreciendo comida a bajo precio. Otros la regalan.

“Sólo comen pollo, arroz, verduras o sopa”, cuenta un lugareño. Un plato con una pieza de pollo y arroz la venden en 20 pesos. Paleteros llegan hasta el borde del río para ofrecer su producto.

“¿Sopa no tiene?”, pregunta un haitiano apenas sale del río. “Sopa, pollo, Maruchan mexicana”, responde un habitante de Ciudad Acuña.

Pero dentro del parque, después de caminar un tramo, a los migrantes les regalan comida, ropa, agua, refrescos, pañales. Todo el día, a todas horas, llegan habitantes de Acuña o miembros de asociaciones a entregar víveres. Lo que más buscan es la ropa.

Mejor quedarse en México

Por las condiciones debajo del puente, y ante la información de que sus paisanos están siendo deportados, muchos haitianos están optando por quedarse en Acuña. Dentro del parque ya se observan tiendas de campaña y migrantes preguntando por ellas. Muchos otros se reúnen alrededor de contactos de energía eléctrica para cargar sus celulares. Llamar a familiares se ha vuelto un asunto de urgencia.

“[A algunos] amigos se los llevaron y [los] han deportado. Esposa e hijo están en el puente. No hay agua, nada. Me pasan un pan para comer, un agua, sólo eso”, se queja el haitiano Ever Piens, al tiempo que se escucha un helicóptero sobrevolando la zona.

Cuenta que sus amigos se fueron con las autoridades estadounidenses, no les dijeron nada y se los llevaron al aeropuerto para deportarlos. Tiene miedo de que le pase lo mismo.

Rose Joseph, la migrante haitiana, también sabe de las deportaciones y por eso asegura que mejor se quedará en México porque regresar a Haití no es opción. “Sólo necesitamos papeles legales para vivir y trabajar para mi hija. Ella necesita ir a la escuela, necesita vivir en una casa”.

Pese a que muchos prefieren esperar en Acuña para no ser deportados, el flujo de migrantes que cruza a EU continúa por el tramo del río.

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