Aunque brilló en el teatro, la radio, el cine y la televisión, sin dudas, su obra imperecedera está en la fundación del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao, desde donde se dedicó a formar creadores de talla mayor y a llevar el aliento del arte hasta los parajes más inhóspitos

Se han batido la vida y la muerte para enrumbar, definitivamente, a uno de esos hombres cuyo talento ya lo había colocado en la eternidad, en el cariño sincero del público al que le arrancó aplausos, sonrisas y lágrimas. Ese ícono de la cultura cubana ha muerto a causa de la COVID-19, este 28 de septiembre, justo cuando cumplía 76 años. 

Aunque brilló en el teatro, la radio, el cine y la televisión, su obra imperecedera está en la fundación –en 1992, junto al Comandante Faustino Pérez– del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao, desde el cual se dedicó a formar creadores de talla mayor, y a llevar el aliento del arte hasta los parajes más inhóspitos. 

Refiriéndose a esa iniciativa inconmensurable, el Comandante en Jefe le dijo en una ocasión: «Ese proyecto no se puede parar. Es muy importante no para la Ciénaga, sino para Cuba. Acuérdate de que la Revolución empezó por la Ciénaga». Al rememorar esas palabras durante una entrevista, Porto reveló que su reacción no fue otra que seguir adelante. «¿Qué le vas a decir, que no, que te vas?». La respuesta no podía ser otra. El joven integrante de la Asociación de Jóvenes Rebeldes siempre siguió «confiando y creyendo en aquella Revolución vibrante» por la que aprendió a disparar un fusil con solo 13 años.

El artista no se fue de la Ciénaga ni de entre los cubanos, y decirlo no es necedad, sino estar seguros de que en cada personaje que interpretó dejó un poco de su esencia, de su luz. Lo sabemos porque ver su nombre en los créditos es garantía de calidad y entrega, porque era un privilegio para quienes lo acompañaron en el universo artístico, y un goce para los que lo admirábamos desde el sillón de la casa o la luneta.   

Esta noche, cuando la novela Vuelve a mirar nos entregue otra vez la imagen bonachona de Toñín, hombre noble y revolucionario hasta el tuétano, tal como lo fue su intérprete, nadie creerá que Manuel Porto se ha ido, no por la fuerza de la imagen viva, proyectada desde la pantalla, sino porque tenerlo en frente nos conmoverá y será certeza de que aquellos artistas completos que nos han hablado desde sus personajes, se quedan junto a su público, razón de ser de los grandes de la escena.


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