En medio del funeral, el párroco le permitió a la novia -quien llevaba un ramo de flores- leer una sentida carta con todo lo que ella le hubiera gustado decirle a su pareja cuando, tarde o temprano, se casaran. Junto a ella, la hija de ambos, no pudo contener el llanto.

El sacerdote, visiblemente conmovido, también se dirigió hacia Aurora, a quien le dijo que tenía los mismos ojos de su padre, mientras que también tuvo palabras de consuelo a la madre del fallecido, quien le donó al templo una reproducción de la Piedad de Miguel ángel, como un simbolismo por el dolor sufrido por la pérdida de su hijo.


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